Finales de octubre de 2016, acaban de hacerle a Juan, mi marido, un t.a.c y nos dieron el resultado: gliobastoma multiforme en la zona frontal del cerebro, grande. Estaba con nosotros un primo que es médico. Nos tomábamos un café. Juan lo oyó con toda tranquilidad, yo creí morirme pero aguanté el tipo delante de él un rato. Con la excusa de ir al baño me fui a un rincón a romper a llorar. Allí estaba ella, María José García Guerrero. Me preguntó, me consoló, me habló. Yo no la conocía, ni siquiera me fijé en su cara pero le pregunté su nombre y supe también que era radioterapeuta. En esos instantes no me sentí sola con mi dolor.
Mi marido murió en mayo. Pasó el tiempo y siempre quise localizar a esa mujer para darle las gracias. Yo arrastraba hacia años una profunda depresión que se agudizó con la muerte de Juan. En septiembre del 2018 fui capaz de encontrar a María José a través de Internet. La llamé por teléfono y mi sorpresa fue que recordaba aquel momento. No sólo me consoló en aquel momento si no que ahora también me ayudó con sus palabras. Me habló de proyectos y de su amor por su profesión.
Estamos en ese punto y desde aquí le reitero las gracias y la animo a que sus sueños se vean cumplidos.